¿De qué nos reímos cuando nos reímos de nosotros mismos? La pregunta volvió a instalarse con el estreno de “Homo Argentum”, la nueva película de Gastón Duprat y Mariano Cohn, protagonizada por Guillermo Francella.  La producción se convirtió en un fenómeno cultural y, a la vez, en un campo de batalla simbólico. Estrenada con la ambición de retratar “al argentino promedio” a través de sketches cargados de humor ácido y sátira social, la película abrió un interrogante: ¿de verdad somos así los argentinos o es apenas un recorte exagerado y sesgado?

Es que mientras el presidente Javier Milei no solo la celebró públicamente calificándola como “obra de arte” y “parte de su batalla cultural contra la agenda woke”, personalidades como Katja Alemann atacaron con dureza al film y a Francella, calificándolo de “empleado del establishment audiovisual” cuyos mensajes, según ella, resultan superficiales y arrogantes.

Así mientras unos celebran la osadía de mirarnos en ese espejo deformante, otros critican que la película reduzca la identidad nacional a un catálogo de miserias. Y en medio de ese debate, dos voces tucumanas, la psicóloga Silvina Schettini y el psicólogo y profesor de sociología Francisco Viejobueno, aportan una lectura al panorama.

Esencia ausente

Para Viejobueno, el primer problema empieza por el título mismo. “Cuando se usa un nombre como “Homo Argentum”, se intenta definir una esencia, una categoría universal de lo que somos. Pero lo que vemos en pantalla no es ‘el argentino’, sino la idiosincrasia de un pequeño nicho porteño. El argentino profundo, el del interior, el del campo, el provinciano, el hombre culto… está ausente”, sostiene.

El especialista explica que lo que se muestra en el filme son rasgos exagerados y ridiculizados de ciertos personajes. Esa exageración provoca risa, pero, advierte, no necesariamente porque nos reconozcamos.

“La risa es un mecanismo de defensa. Nos reímos porque no queremos identificarnos con eso, porque vemos allí la distancia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser. No podemos decir que esos defectos definan la esencia del argentino, pero sí evidencian cuán alejados estamos de nuestro ideal identitario”, analiza.

Viejobueno insiste en que la sátira es una espada de doble filo, ya que puede servir para desnaturalizar vicios sociales, pero también corre el riesgo de reforzar prejuicios. “Quien no entiende esa distancia puede quedarse con la idea simplista de que ‘así somos los argentinos’. Y eso es un error grave”, advierte.

No obstante, su conclusión busca rescatar una mirada esperanzadora. “Lo que se muestra es apenas un fragmento. La verdadera Argentina es diversa, fecunda y todavía tiene mucho por florecer”, remarca.

Humor como liberación

La psicóloga Schettini pone el acento en el rol del humor como recurso subjetivo y social. “El humor es una forma de enfrentar el sufrimiento. Puede ser liberador, patético y grandioso a la vez. Nos permite cuestionar nuestra cultura, nuestras costumbres y la política. Pero también puede funcionar como defensa: nos reímos para poner distancia frente a lo que incomoda”, describe.

Según la profesional, en cada espectador se juegan identificaciones distintas: algunos se reconocen, otros se resisten, otros se distancian. “Hay estereotipos que la película pone en circulación y que necesitan ser cuestionados. El efecto depende de cómo cada persona recibe la imagen que se le devuelve”, indica la especialista.

Para la licenciada en psicología, lo importante es no caer en la trampa de pensar que eso fija una esencia inmutable del ‘ser argentino’. “Las representaciones son siempre transformables”, subraya.

Un debate abierto

Lo que deja Homo Argentum no es solo una colección de carcajadas ni un catálogo de miserias nacionales, sino que parece plantear la pregunta sobre quiénes somos y cómo nos representamos como sociedad.

Entre la incomodidad, la risa defensiva y la crítica, la película se reabre, viejas discusiones. Por ejemplo, ¿qué lugar ocupan el porteñocentrismo y los estereotipos en la construcción de la identidad argentina?, ¿hasta qué punto el cine nos ayuda a pensar esa identidad o solo nos devuelve un reflejo distorsionado?

Viejobueno y Schettini coinciden en algo. La película no ofrece una definición de lo argentino, sino apenas un recorte polémico. Y en esa tensión está, quizás, su mayor potencia. Obligarnos a reírnos, enojarnos o discutir sobre nosotros mismos.